domingo, 26 de febrero de 2012

Para mí, para tí.

Qué difícil es seguir, querida,
cuando ya no hay dios al cual recurrir,
y si mis lágrimas han perdido la luz,
es porque ya nadie las ve.
Agachar la cabeza, ante tantas situaciones,
dejarme llevar por el otro, como un maniquí,
y si no he sabido hacerme valer,
es porque a nadie le interesa.
Tu ves, no soy más que nadie,
simple y compacta, todo a la vez,
quien opinión no tiene,
quien no sabe sentirse bien.
Y más si pudieran escuchar mi voz,
ya no valdría la pena,
muy tarde sería después de tantos gritos,
ya me habré enmudecido.

A veces me pregunto dónde andará mi cordura,
que es lo que hago mal, cual es mi enfermedad,
estoy muriendo de soledad entre tanta gente,
nadando de coraje en coraje, de brisa en llanto,
ahogándome sin mar, quemándome sin fuego.
Que mal se siente la soledad, cuando ya te resignas a quedarte con ella.

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